martes, 2 de octubre de 2007

Toulouse

Salimos de trabajar. El silencio se rompió en un estallido de quejas en cuanto nos vimos fuera los graciosos españoles del estudio. Montamos bicicletas directos a disfrutar de un merecido desahogo en la hierba maltrecha de La Dorade. Nos sentamos frente al río Garonne, cerveza en ristre y con los ojos heridos por la puesta de sol, recortada por la hermosa cúpula de la Dôme de la Grave. Un grupo de jóvenes hacía bailar sus dedos entorno a guitarras, trompetas y flautas, pero no podían competir con nuestras carcajadas sublimes.
Sólo nos faltaba reunirnos con el resto de nuestros amigos y prolongar nuestra tertulia por infinidad de escenarios, en movimiento o estáticos, sin importarnos cual. Nos conocíamos bien. Nuestros papeles eran algo sobreactuados, pero el tiempo apremiaba, así que ganamos en rapidez. No teníamos pasado ni futuro que jugarnos, la mezcla resultó perfecta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No te falta razón en lo que dices la parte no tan buena, es que ahora tenemos que bajar a la cruda realidad con nuestro pasado a cuestas viviendo el presente y pensando en el futuro.
Fue una maravillosa via de escape momentanea.
Un besito