sábado, 24 de noviembre de 2007

¿Fue real?

El chico cargaba con su mochila como un niño del colegio. Hacía tiempo que ya no podía siquiera considerarse adolescente, pero le gustaba esta imagen, mezclada con la del heróico explorador, que se bastaba con el contenido de esa bolsa para sobrevivir. En ese momento significaba su hogar. La idea estoica del desprendimiento material le seducía. Le interesaba cada vez más resumirse a su cuerpo y su complejidad interior, que no es poco. Incluso los empastes, las gafas o lentillas estaban empezando a incomodarle. Andaba sumido en estos pensamientos con las manos en los bolsillos por una calle empedrada del centro. Estaba iluminada con faroles amarillos. Conforme la luz se hacía más intensa, una suave algarabía iba cobrando fuerza en la calle. De pronto, un grupo de jóvenes apareció de una esquina, con el estrépito de una compañía de circo, o de gitanos ambulantes. Parecían no ser de la ciudad. El chico pasó rozando la comitiva de festivos mirando el empedrado. Pero alguien le interceptó. Alzó la mirada para ver a una joven que con pícara sonrisa le hacía una pregunta.
-¿Perdona?
-Que si quieres bailar conmigo- La chica esperaba ansiosa una respuesta. El grupo enmudeció expectante. Querían continuar la diversión. Ella parecía tener interés por interrumpir atrevidamente los pensamientos del joven, sorprenderle y medir su reacción. Tal vez deseaba hacerse partícipe de su peculiar estado de ánimo, pero sobre todo quería contagiarle a él del jolgorio que despertaban.

El chico miró al suelo como si estuviera pensando la forma de excusarse y seguir su camino. Entonces la miró:
-¿Un vals?-Los ojos de ella se encendieron con esa pregunta.
-¡Claro que sí!-Empezaron a bailar mientras sus amigos tarareaban con voces de consumados tenores un vals que todo el mundo conoce, pero que el joven no consiguió recordar más adelante.
Pensó en quitarse la mochila durante el baile, pero se retractó; quizás porque le daba cierta seguridad en una escena tan inesperada como simpática. El suave balanceo del vals consiguió hacerle sonreir a él, como lo hacía ella desde el principio.
-Gracias-dijo ella cariñosamente mientras le daba un beso en la mejilla. Su sonrisa persistía. -¿A que esto no te había pasado nunca?
Se marcharon en un estallido de risas y música que poco a poco se fue diluyendo.

El joven, desorientado, retomó su camino. Se equivocó dos veces de calle...

4 comentarios:

0nironauta dijo...

La vuelta a casa, sea desde el instituto y con mochila o desde Barcelona y con avión.

El cerebro es incapaz de distinguir entre el recuerdo y la realidad.

Solatz dijo...

Es cierto, en el momento en que recordamos algo, se activan los mismas zonas del cerebro que cuando las vives. Es decir, éste las vive como reales, dado que la realidad no es más que su interpretación de los sentidos. Asi que yo no creo que exista una realidad común que nosotros leemos.
Vuelve pronto, gamberro.

Anónimo dijo...

La irrealidad quizá no sea más que la realidad misma, que cansada de la monotonía del mundo, resolvió, inteligentemente, convertirse en loca irrealidad para dar solución a las almas de los soñadores.

Solatz dijo...

Jeje, me gusta esa forma en la que un soñador ve la realidad. Hay que decir que lo que hace mágica esta historia irreal es que ocurrió en realidad :) o me lo inventé en aquel momento.