lunes, 30 de julio de 2007

Monstruos de la burocracia


¿Hasta qué punto puedes llegar a irritarte cuando tienes que enfrentarte a una red laberíntica de artículos creados por una compañía telefónica? Hasta lo indecible. Imagina por un momento que tienes un objetivo claro y sencillo, quieres rescindir tu contrato que amistosamente has mantenido con la compañía y al cual has correspondido con sumisa puntualidad. Para empezar llamas a un número que evidentemente te han facilitado de forma errónea y que te hace consumir los últimos vestigios de tu capital. Acto seguido hablas con una cantidad inconmesurable de personas que están tras el mostrador pero que aún así hablan con la misma entonación de teleoperador robótico. Todos te dicen lo mismo, y nada al mismo tiempo. Llama de nuevo, ELLOS te darán la respuesta.

Con suma paciencia inviertes más tiempo y dinero en volver a hablar con esos seres monstruosos. Poco a poco vas notando que pierden la paciencia, y comienzan a evadir las preguntas que tú les haces con acento de extranjero desamparado. De nuevo te encuentras sentado en el borde de la acera con un aparato en tu mano cuya función es escupir sonidos, devorar tu capital, tu paciencia y tu libertad. El nivel de estrés aumenta al mismo tiempo que el ruido de la calle te hace imposible comunicarte con el gracioso aparatejo que portas en tu mano.


Una tercera vez, vas a intentarlo desde una cabina. Por supuesto comunica, ELLOS están a veces disponibles, especialmente cuando quieren proponerte algo; pero no ahora. Seguiremos desangrando la savia invisible que recorre los paneles impresos y chips del aparato. Última llamada, ahora eres tú el que ha perdido la paciencia, y de pronto parece que en todo llevas la razón. En efecto, los monstruos de allá lejos te hablan con cierta inseguridad, percatándose de que no saben exactamente qué respuesta darte, conscientes también de que deberían conocerla. De esta manera, acabas siendo tú el que les das la solución más lógica para una situación imprevista, parece ser que has tenido la mala fortuna de ser el primero que se ha visto en una situación tan común como ésta. En definitiva, acabas fumándote el primer cigarrillo desde hace dos días que habías dejado de fumar. Lo terminas en un minuto y ahí se queda una colilla solitaria, en el cenicero de tu habitación humeando, agónica, a la espera de no ser la última.
...

2 comentarios:

El Peregryno dijo...

Magnífico.
Ese filter que prende junto a las llamas del hombre que no vende su dignidad.Esa ceniza que espera no ser la última, qué bueno.
Dicen que el conflicto es inevitable, que se trata de una lucha eterna;si esto es cierto,que nos coja preparados.
Solatz
El advenimiento, la eclosión de un grandísimo bastardo, entre otras cosas.
Esencia Gemela

Solatz dijo...

Jeje. Lo sabía, no podía ser de otra manera que tú fueras el primero en asomarse por aquí. Te seguiré de cerca, peregrino. Hay que acompañar a los grandes.
¡uuuhh!